
CATORCE: segunda parte
- Escrito por JT Espínola
- On 19 septiembre, 2016
DIA 9. 13:03
El soniquete lejano del teléfono fijo, hizo que volviera sorpresivamente al país de los vivos, dejando para más tarde mi comunicación con el más allá, en busca de nuevos indicios. Necesitaba un Watson bastante eficaz que me ayudara en tan arduas tareas submarinas, y ya de paso me resolviera el caso, debido a que yo no tendría ni por asomo ningún futuro como Sherlock, a no ser que las pruebas fueran extremadamente concluyentes, y que la colilla arrojada en la moqueta, fueran del presunto asesino, sería difícil que hallara la solución al misterio, que yo trivialmente denominaba para mí, “El misterio de las voces e imágenes inconexas”. Mi jocosidad, duraba lo justo. Enseguida mi conciencia se encargaba de aguarme la fiesta, estaba siempre al acecho sin concederme ni un respiro .Prueba de ello, era que enseguida me atormentaba con su habitual batería de interrogantes. ¿Quién habría llamado sin dejar mensaje?, ¿Estarían buscándome?, ¿Sería alguien de mi misteriosa e imaginativa fiesta de Halloween?, ¿Estarían mis amigos al corriente de lo sucedido?. Todas estas interrogativas se ahogaban en el océano de mis dudas y racionamientos.
La duda de quién habría llamado, me embargaba y decidí empezar el nuevo día, aunque estuviera bien entrada la mañana. Mis problemas para conciliar el sueño, hacía que viviera de noche y durmiera de día. La cabeza me daba vueltas, la resaca parecía ser crónica, y coexistir en mí inexorablemente. Tenía que dejar de beber si quería salir de esta innombrable pesadilla, pero esas putas voces siempre conseguían su propósito, y machacaban mi alcoholizada sustancia gris, hasta que me dormía hipnotizado por la ingesta etílica. Si no dejaba de beber estaría perdido, dando vueltas en círculo y alejándome del objetivo: saber que hice aquella maldita noche, y que ocurrió. Al incorporarme pensé que al perder el móvil, alguien me intentaba localizar en el fijo, para saber si estaba bien… o simplemente vivo. La perdida de mis pertenencias personales, no se si fue premeditada o casual, y en que lugar y hora de la noche fui despojado de ellas. En los primeros días anulé por Internet las tarjetas, y mis cuentas bancarias no presentaban anomalías. Otra cuestión más trascendente era la documentación, sin ella, y sin previa denuncia podía ser victima de problemas, si estuvieran en unas manos perniciosas, que quisieran que fuera diana de un plan estratégicamente trazado durante la misteriosa fiesta. Esta cuestión, bombardeaba mis sentidos. ¿Sería una víctima minuciosamente elegida?, o, ¿Fue fruto del azar?. Seguramente, no. Probablemente fui elegido por algún motivo para asistir a aquella celebración tan señalada. Rebusque meticulosamente por enésima vez entre las ropas ensangrentada que llevaba aquel día, en busca de algún detalle que me pusiera en la pista. Curiosamente observé dos detalles que si bien al principio nos les relevancia, ahora me suscitaban serias dudas. En primer lugar, el hecho que la ropa estuviera tan desgarrada, jironada, como si hubiera participado de una lucha salvaje, era insólito…o algo mucho peor. La otra apreciación más impactante, era la extraña textura de la sangre que impregnaba todo el traje…parecía ser de otra persona. Una incesante pregunta rondaba mi cabeza. ¿Si fui disfrazado, de quién era esa ropa?, y por asociación, ¿Dónde estaría mi disfraz?. Al mirar bien la indumentaria advertí, que esa ropa era de mi talla, la camisa jironada y el pantalón desgarrado, eran similares a que yo tenía en mi vestidor, pero no eran míos, por la evidente razón que yo jamás hubiera planchado la raya del pantalón.
Las pesquisas detectivescas, alertaron en mí un incesante deseo de hallar respuestas. Siguiendo con mi investigación domestica, rebusque entre los papeles en pos de una agenda de color azul, en donde encontraría teléfonos y direcciones que me aportaran algo de luz entre tantas tinieblas. La ausencia de Mails entrantes en el correo electrónico activó en mí una mezcla de miedo, zozobra y duda razonable. Los compañeros de trabajo no volvieron a contactar conmigo, después de que les notificará que me ausentaría durante algunos días, a causa de una terrible neumonía que me había postrado en la cama. En contestación a mi mail, todos los mensajes recibidos, me alentaban a una pronta recuperación, indicándome amablemente que se repartirían los trabajos de distribución y publicidad del último proyecto pendiente para una multinacional finlandesa, para la que ya habíamos trabajado en el pasado.
Una improbable, pero no descartable idea planeo sobre mí durante la siguiente hora. Ante la duda más que razonable que, mis compañeros no estuvieran directamente implicados, busque enemigos a los que les apeteciera joderme un rato, y hacérmelas pagar todas juntas. La lista no era muy extensa, pero tampoco podría decir que exigua. Anoté 5 nombres bien diferenciados y sus motivos. Tres hombres y dos mujeres componían la lista negra. Entre los hombres, dos eran ex jefes de antiguas empresas, en donde la relación no fue muy fluida, por no ser políticamente correcto, y tragar con reglamentos internos propios de una escuela militar, y menos por la mierda de sueldo que pagaban. Rápidamente los borré de mi lista. No eran motivos sustanciales. El tercer hombre en discordia, si tenía un motivo, y además nos unía un lazo afectivo. Era mi cuñado, el cual me envidia, y no soportaba que pudiera vivir más acomodadamente que él. Si no fuera por mi hermana, y por que viven en París, le hubiera partido la cara en más de una reunión familiar. Las dos mujeres, tendrían más de un motivo, pero no creo fueran capaces de llegar a este extremo, ¿o Sí?. La primera, que anoté claramente era mi ex novia, a la cual plante a dos días de nuestra boda, pero de eso ya hace 5 años, y tiempo después volvimos a encontrarnos, y parecía haberlo superado. También la taché.
La segunda, era la que más dudas de arrojaba, era una femme fatal que conocí en casualmente, durante mi estancia en Estocolmo. Permanecí trabajando para una agencia de publicidad, durante casi dos años, y a los pocos meses de establecerme, encontré a una joven desaliñada sollozando desconsoladamente en el rellano de mi apartamento. En seguida observé que era una joven bella, pero problemática, marcada por la muerte de sus padres, y por una evidente falta de cariño. Sin quererlo mantuve una relación sentimental con ella, que hicieron que al año y medio año, tuviera que abandonarla, alegando falta de trabajo. Aún algunas noches la recuerdo, persiguiéndome por las deshabitadas calles suecas, vociferándome que es la mujer de mi vida. No la taché, pero seguramente no estuviera en condiciones de darme problemas. Sus problemas psicológicos la mantenían medicada la mayor parte del día.
DIA 8. 02.37.
Mis dificultades para dormir eran cada vez más irritantes, dedicándome a matar el tiempo observando la ciudad mientras dormía, acurrucada en su letargo, del otoñal hálito que acariciaba su vidriado cuerpo. Me había convertido en el guardián de las sombras y de los silencios, y desde mi ventana indiscreta, vigilaba en sepulcral silencio todo aquello que acontecía en la Barcelona noctámbula. Los comercios y establecimientos hibernaban en un sombrío mutismo, guardando miles de secretos de amigos de dudosa procedencia, noctívagos, alevosos de la confusión que se cobijan a su abrigo, siendo testigos de besos, de abrazos, de intercambios corporales y de fluidos, de numerosas confidencias y transacciones propias de un país en crisis. Corrían malos tiempos y no sólo para mí. Eran días de agudizar el ingenio, de ser más cabeza de ratón y menos cola de León.
Hastiado de pulsar el movimiento nocherniego de las calles vecinales, empecé a intentar proyectar mis fuerzas en lograr una salida al laberinto cretense en el que yo solo me abía metido, encontrado una poderosa arma de combate, para poder derrotar al invisible Minotauro de las voces, que con inusitada frecuencia, embestía en con saña en mi cabeza. Decidí navegar por Internet en busca de respuestas, de lo que me ocurrió en la fatídica noche de los Difuntos. Muchos eran los sucesos ocurridos en aquella noche, pero debía indagar, para saber cual pudiera estar relacionado conmigo. Muchos fueron los asesinatos y homicidios, ocurridos en la capital en tan señalada data, de los difuntos. Según la recopilación de datos que pude ir anotando en mi fiel libreta azul de imágenes y pensamientos, todos tenían un mismo denominador común: la muerte. En todos los sucesos relevantes que encontré, el mismo “Modus Operandi”. Violencia de género inhumana y deleznable, accidentes mortales, cuyo denominador común eran el alcohol y el consumo de estupefacientes, y más en una data tan festiva. También encontré algún ajuste de cuentas, y reyertas propias de gente desocupada robando y creando problemas.
Entre los sucesos que destaqué, me centré en los comprendidos entre las 3 y 6 de la madruga del malogrado día. Mi desconcierto iba en aumento, al cerciorarme que si estuviera implicado en algunos de los accidentes, no hubiera podido escapar del lugar de los hechos, o ¿Tal vez sí?, ¿Y cómo?. Acto seguido recordé que lo primero que hice a la mañana siguiente, era revisar mi coche. Estaba bien aparcado, y sin indicios de haber golpeado a otro vehículo. Estaba en perfecto estado, sin ningún arañazo, y en el interior no encontré ninguna señal esclarecedora. Si recuerdo, que observé el cuenta kilómetros parcial del coche, señalando claramente que esa noche recorrí una distancia de 65 kilómetros, siendo el origen mí domicilio. Claramente había asistido algún lugar a las afueras de Barcelona, pero…¿Dónde?.
DIA 7. 0.3.34.
Siguiendo con mi investigación decidí asociar las imágenes y anotaciones de mi libreta con la numerología y con la interpretación Freudnianas de los sueños. ¿Por qué ocurrió en ese día?, ¿Qué relación tendría con la víctima o víctimas del suceso?, ¿Por qué en el día de los difuntos?. Era una señal, o un castigo. Por la información obtenida a través de la red, la noche de todas las ánimas, era una noche para recordar a los seres queridos que ya no se hallasen entre nosotros, y hacerlas saber que aún están en nuestros recuerdos y oraciones. Me detuve por un instante en un párrafo, cuyo texto me sobrecogió.”Las almas que no encuentran alivio vuelven a manifestarse en la noche de Halloween para reclamar justicia, por un hecho terrenal que les condujo a vagar errantes por el purgatorio, y lograr el descanso eterno. Se manifiestan en esa noche reencarnándose con diversas formas animales, como pudiera ser un cuervo”. Un inesperado escalofrío recorrió fugazmente mi cuerpo, mientras seguía leyendo. “Cuando un asesinato o injusticia se comete en la noche del Diablo, o de Halloween sus víctimas logran reencarnarse en una cuervo, que es el guía espiritual que enlazará el mundo de los vivos con el reino de los muertos. La víctima no se detendrá hasta cumplir su venganza, y descansar eternamente”.
Desconcertado no encontraba ningún rastro ni conexión entre mi vida, y alguna persona fallecida aquella noche, y menos con el maldito cuervo. No enlazaba nada coherente entre todos aquellos sucesos, y las voces empezaban a no mostrarse benévolas con mis dañadas neuronas, claman a gritos justicia, y yo lo único de lo que era capaz era de suministrarlas gustosamente su dosis de Jack´Daniels, para que se tranquilizaran, y me dejaran descansar en paz. A la hora yacía, tumbado en la cama, odre, intentándome adentrar en otro profundo sueño en busca fértiles imágenes y escenas.
DIA 6. 21.30
No tenía por costumbre ver la televisión durante la cena, para evitar perder las ganas de probar bocado, con algún programa estúpido, alguna entrevista mal cocinada, y seguramente algún “Late Night” casposo, con la despechada o cornuda de turno. Pero esa noche decidí hacerlo por encontrarme un poco más animado, descansado, y sereno. Mi relación con la televisión no era muy buena, y todo se debía a que si quería ser un buen creativo, no sería muy aconsejable estar viendo ideas de otros, y me jodía en cierta manera los sutiles mensajes subliminales, con los que enganchaban al televidente.
Recorría los programas en orden ascendente en busca de algo que mereciera la pena, algunos canales me los saltaba rápidamente, para evitar caer en las garras del ogro de lo estúpido, de lo absurdo, y echar a perder el poco raciocinio que me quedaba. No veía nada, series juveniles irritantes, programas lineales que no entretenían, y alguna película repetida por el logaritmo neperiano de 5 en base diez, al cuadrado, en todas las cadenas.
Extrañamente me detuve en un noticiero local en TV3, que estaba emitiendo un suceso escalofriante. Me quede perplejo, hierático, hecho un bloque de hielo. Reconocí el lugar, yo había estado allí, en ese mismo lugar que narraba el suceso. Ese era el sitio en que yo había estado en la noche de los difuntos. Sin poder evitarlo, apagué el televisor atemorizado, el suceso que narraba la televisión era grotesco.
DIA 5. 13.37
A diferencia de otros días, hoy me había levantado más despejado, con el cuerpo y las constantes vitales, más en sintonía con la definición de salubridad. La apatía y desidia de otros días, parecía estar minimizadas en aquella jornada. Los cristales lloraban incesantemente, y el cielo no parecía estar muy contento esa mañana. La violencia del agua me abrió la ventana brutalmente, y sin dilación me acerqué a cerrarla, antes de que tuviera que achicar agua, o tenerme que calzar unas botas chusqueras. Me aposté en la ventana como si el sargento de guardia, me hubiera otorgado la primera imaginaria.
El gris pintaba la ciudad, desde mi ventana, oteaba, y observaba un tráfico denso, un colorido mosaico de paraguas abiertos, que parecían buscar las cabezas de algunos indefensos transeúntes, que los esquivan con dificultan, no queriendo morir en el intento. El enjambre de gente cruzado, y poniéndose a salvo, desataba en mí, algo de sarcasmo. ¿De que coño huían, si solo llovía agua?. De repente, el sonido del teléfono, me sobresaltó, y me obligo a abandonar mi puesto.
Cinco minutos más tarde, recupere mi posición, intentando encontrarle sentido a la inesperada llamada. Llamaron del hospital Vall de Hebron de Barcelona, y era la supervisora de la mañana de planta de la unidad de quemados, en relación a una paciente suya que tenían ingresada, desde hacía varios días. En la conversación me preguntó si era un familiar o pariente cercano. El nombre de la paciente era una tal Beatriz Solís, que no conocía de nada. La supervisora amablemente se disculpó por la confusión, deseándome un buen día.
Seguía intentando recordar repitiéndome una y otra vez, jugando con ese nombre en la cabeza, pero no me decía nada. No la conocía. Estaba seguro.
DIA 4. 4:08
Las voces siempre permanecían sigilosas, expectantes, a mi vera, velando mis sueños, siendo dueñas de mi conciencia, hasta que decidían hacerse presentes, y llevarme sobresaltado a la consciencia. Los somníferos eran poco efectivos, no lograban mitigar la insufrible migraña que se hallaba en quistada en mi sienes. Los arañazos y cicatrices no terminaban de cicatrizar. Mi cuadro inmunológico también dejaba bastante que desear, y la falta de apetito desde aquella noche, hacían que no me encontrará bien físicamente. Las náuseas, vómitos y mal estar gastrointestinal cada vez eran más frecuentes. ¿Qué demonios me dieron durante la maldita fiesta ?. Mi estómago pedía a gritos, clemencia, y yo lo único con lo que alimentaba era con ansiolíticos, bañados en Bourbon, y aderezados con una buena dosis de nicotina.
Los sueños eran cada vez más insólitos, y trataba de anotar en una libreta verde, toda la información conexa que obtenía de ellos. Entre los detalles que obtuve, una gran hoguera de fuego era la protagonista principal de mi visión, donde le seguían un absurdo baile de disfraces con caretas y máscaras. La repetición de elementos se sucedía, y alguna nueva escena perturbaba la frecuencia. Entre ellas una enorme mansión de fachada blanca, y grandes vidrieras. La casa era antigua, pero no denotaba abandono, una gran escalera de mármol presidía el acceso hasta adentrarnos en un bellísimo hall decorado con cuadros y espejos. Los espejos eran enormes, y proyectaban varias imágenes deformes de los huéspedes que por allí transitaban. Todo era muy extraño, surrealista, confuso. Trataba de ordenar más imágenes en mi consciencia, pero las voces, se encargaban de sabotear mis escasas y perjudicadas lagunas de cognición.
Deambulé fumando, exacerbado, desvelado por la casa. No encontré ningún sentido al repasar las anotaciones, éstas no despejaban ninguna incógnita. Todo me llevaba a un infinito y oscuro callejón sin salida. No sabía donde había estado, ni que había hecho durante la fiesta. Sólo tenía presente disfraces y una gran hoguera.
DIA 3. 10.21
Era lunes, y festivo. Al despertar, y estar en tan deplorables condiciones, decidí que por unas semanas debería de ausentarme, y no ir al estudio. Enviaría un mail a mi jefe de Marketing, expresando una ingrata y desagradable neumonía, que me había dejado fuera de combate. Pensé que era una excusa razonable, que me permitiría obtener un plazo suficiente para restablecerme y esclarecer el desagradable suceso que me angustiaba. Le haría saber que trabajaría desde casa, y le enviaría todos los diseños, antes de que expirara el plazo de entrega. Teníamos entre manos un gran proyecto con una empresa finlandesa, de gran reconocimiento.
Después de leer, mensaje enviado, decidí hacer lo mismo con algunos amigos y compañeros. No quería visitas de compromiso e inoportunas. No quería que nadie me viese en tan paupérrimo estado. Por suerte mis padres no vivían en Barcelona, vivían placidamente jubilados en Málaga, degustando las deliciosas especialidades del mar, y dando reparadores paseos por la playa. Se trasladaron a la costa del Sol, por la Fibromialgia de mi madre, la cual mejoraba por días en sus largas estancias en la costa.
Después de releer todos los mensajes enviados, rescaté un par de mensajes en la bandeja de entrada. Uno de ellos era el mismo mensaje que recibí en mi móvil el día de la fiesta. Era una invitación, para asistir a la fiesta, en la víspera de Halloween, la cual decía textualmente.
“Estimado Señor Nel, en agradecimiento por la estrecha y exitosa colaboración con nuestra empresa, gustosamente deseamos invitarle a nuestra divertida fiesta privada de Halloween. No requiere disfraz, aquí se lo dispensamos. Puede usted venir con un acompañante. La cena será servida a las 10. EL lugar de celebración le será enviado por SMS a su móvil personal el día de la fiesta. Sin otro particular, y deseamos poder verle pronto. No se arrepentirá es una fiesta… sin precedentes. Sin otro particular, Feliz Halloween” S.T.
Las siglas correspondían a una de las mayores multinacionales de marketing, cuya sede en Barcelona, estaba a cuatro manzanas del estudio. Soul&Time, buscaba colaboraciones en empresas pequeñas, y nosotros le proporcionábamos algunas campañas creativas de publicidad. No recordaba nada acerca de este mensaje, pero allí estaba, lo tenía delante de mis ojos, y tampoco recordaba nada de las horas anteriores a la fiesta. ¿Qué me estaba ocurriendo?, ¿Por qué no lograba recordar nada?. Este estado desmemoriado me paralizaba.
DIA 2. 8:24
Amanecía, fumaba compulsivamente, mientras observaba fijamente por la ventana. La ciudad dormía, alguna pareja abrazada parecía poner fin a la diversión nocturna, encaminándose a un portal donde alargar sus últimos besos y caricias antes de partir hacia la soledad de sus camas. Eran aún jóvenes, y añoraban lo que algunos ya no deseaban. Su juventud era tan elocuente como su ignorancia. Tendrían tiempo para todo, hasta para amarse. Los envidiaba, mis relaciones habían sido siempre un desastre. Las comparaba siempre con la Coca Cola, al final siempre se les va el gas, pierden fuerza, y no te saben tan dulce.
Los incesantes dolores que afligían mis neuronas, no me permitieron dormir durante la noche, ni una ínfima hora. Magullado, herido, traté de recomponer la manera en que había llegado a casa la madrugada de la fiesta, no tenía nociones de cómo había llegado a parar a casa, amaneciendo vestido y ensangrentado en la cama de mi dormitorio. Pensé que alguien pudiera haber acompañado hasta la cama, pero… ¿Quién?. Descarté rápidamente esta hipótesis. Llegaría por mi propio pie, aunque no lo recordase.
Era domingo, al filo del mediodía, el hambre era ya indispensable. Con escasa comida en la nevera, lo mejor sería encargar comida china a domicilio, siempre rápida y deliciosa. Mis delicias preferidas empezaban con una fresca ensalada china con salsa de queso, unos crujientes tallarines tres delicias con gambas, y para finalizar el ágape oriental, un espectacular y sabroso pato a la pequinesa, que se degustaba, a modo de crepes rellenos de la exquisita carne de pato, cebolla y salsa de marisco. La boca se hacía agua.
Al ir a buscar mis pertenencias, eché en falta mi cartera de piel negra, y el teléfono móvil. No se encontraban entre mis ropas. Busqué por toda casa, sin óptimos resultados, y mi culinario gozo oriental se rompió en mil pedazos. Sin dinero, indocumentado y sin móvil, estaba en unos cueros sociológicos a los que no estaba acostumbrado. Todo parecía muy extraño. La manera de llegar a casa, despojado de mis pertenencias, me tenía preocupado. Lo mejor era rescatar alguna conserva, e intentar descansar, ahora que las voces me habían dado un pase de pernocta válido por unas horas.
DIA 1. 10.40
El alba me iluminaba a su antojo, por los grandes ventanales descubiertos del dormitorio principal, irradiando tanta luz en mi cara que, molesta se revelaba como un vampiro a la claridad del día. Me desperté postrado en mi cama, vestido con las ropas rasgadas, jironadas, rociadas de sangre, y con un ligero olor a chamusquina. Aturdido, y con una enorme resaca, a penas reconocía que estaba en casa, en mi casa. Con si me hubieran tele trasportado desde la misteriosa fiesta de Halloween, a mi domicilio. Aturdido, tenía extrañas y dolorosas ampollas, quemaduras, que parecían salir de la nada. La última imagen que tenía era una indescriptible claridad que dañaba mis ojos.
Puesto en pie, un mal presentimiento me embargaba. Intenté divisar mi vehículo desde la ventana, para estar seguro que no había sufrido un fatídico accidente. El tercero, por la izquierda, conté aliviado al ver que estaba en perfecto estado, y bien aparcado. No entendía de donde salían las quemaduras y cicatrices que marcaban mis antebrazos, y parte de mi cara, cuando un angustioso pensamiento sobrecogía mi mente, ¿Habría sido víctima de algún maléfico sacrificio?, ¿Me drogaron para que no me resistiese?, ¿Quiénes fueron mis malditos verdugos?. ¿Tenía que ver con la noche de los difuntos?. ¿Qué demonios pasó en aquella fiesta?. Joder, joder… sólo pesarlo activaba en mí una incipiente ansiedad, que me conducía derecho hasta la cocina para prepararme una copa de Whisky solo, cargado hasta la primera roca de hielo. Tenía miedo. El desconocimiento absoluto de no saber lo que has hecho, o te han hecho, donde has estado, y que ha sucedido, era la peor sensación que había experimentado en mis 37 años de vida. ¿La fiesta fue real?. Tenía que mantenerme lucido para averiguarlo.
Continuará….
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