
La miel es más dulce que la sangre. Capítulo 4
- Escrito por JT Espínola
- On 19 diciembre, 2016
IV
Salimos del cine, la película no nos dejo indiferentes a ninguno de los dos. Nos gustó. Tenía los ingredientes que componen una buena película. Trama, personajes pluridimensionales y un gran movimiento de cámara a cargo del director. Este tipo de películas independientes de gran contenido social me tocan la fibra, y conseguían emocionarme. Las despedidas no eran mi especialidad, pero al menos esta vez no huiría. Quedamos en telefonearnos antes de su vuelta a Menorca, a la espera que aceptara mi invitación de instalarse en mi casa durante los meses que necesitara para su recuperación.
Faltaban escasos minutos para las 22 horas, para comenzar mi turno de noche en la redacción en el periódico, “Madrid no duerme” en el que trabajaba como redactora adjunta desde el año 2002, después de pasarme años como becaria en otros periódicos locales, y compaginar mi trabajo en la redacción con otra licenciatura en Historia del Arte, dos años después de licenciarme en periodismo. El arte era otra de mis pasiones, pero como casi todas las artes, no pagaban las facturas, ni el alquiler.
Al llegar a mi despacho, entre las numerosas hojas desordenadas, carpetas, archivos y documentaciones sobre artículos, encontré un sobre, con mi nombre, y con la curiosidad de recibir una sorpresa, extraje la nota que se hallaba en el interior del mismo.
“La miel es más dulce que la sangre”. Mañana a las 14 horas en el Museo del Prado. Sala número 49. No faltes, te alegraras de verme”.
Al terminar de leer la nota, pensé que se trataba de una broma pesada de alguno de mis compañeros de redacción. Luis o Suso, pensé en un primer barrido mental, pero enseguida, miré el sobre sin remitente, para intentar reconocer la letra manuscrita, en la que solamente aparecía mi nombre completo, y la dirección del periódico. Era una letra familiar, redonda y muy elegante, de una persona culta. Levanté la vista con disimulo observando la redacción, para poder recoger algún gesto cómplice y de jocosidad entre mis compañeros, pero lo único que encontré, fueron cabezas gachas y absortas mirando concentradas al ordenador. Sin poder dejar de releer la nota y el sobre, no dejaba darle vueltas que a la frase principal de la nota manuscrita. “La miel es más dulce que la sangre”, me resultaba familiar, y estaba segura que estaba relacionado con alguna obra de arte, lo recordaba de mis años de estudio de Bellas Artes en la Universidad, años antes de instalarme en Madrid, y trabajar para el “Madrid no duerme”. Decidí consultar en Internet, para esclarecer mis de dudas.
Al introducir la frase en el buscador de Internet, enseguida aparecieron múltiples resultados de la búsqueda, seleccione, la primera de las entradas en negrita.
Al abrir la página, la información me desveló que se trataba de un cuadro de Salvador Dalí. Mis nociones de Arte, y pasión por la pintura no me fallaron. Leí atentamente lo que decía el texto al pie de página de tan singular ilustración.
“En L’Amic de les Arts de noviembre de 1927 publicó Dalí una prosa, «Mi amiga y la playa», en la que aparecen manos cortadas y un ojo cortado por un bisturí, y que lleva como cita inicial «La miel es más dulce que la sangre», título del célebre cuadro que Dalí pintó ese año, y que alude a la inclinación amorosa de Lorca hacia él. Se ha sugerido incluso la posibilidad de que, en la oposición que plantea el título de ese cuadro, «la miel» designe a Lorca y «la sangre» a Buñuel, partiendo del enfrentamiento entre ambos en términos personales y de poética. La razón es que en la reseña de Un perro en La Gaceta Literaria de junio de 1929 por Eugenio Montes, que pudo asistir al preestreno privado en París el día 6, se señala que el film se oponía a la lírica con «drama y tradición» -¿la de Lorca y similares, que Dalí y Buñuel consideraban putrefacta?- y que en el nuevo espíritu superrealista de Dalí la comparación del título de 1927 se había invertido, y ahora era la sangre más dulce que la miel.
La miel es más dulce que la sangre’ es una de las primeras obras de Dalí bajo la tendencia surrealista y tiene notoria influencia de otros surrealistas, como por ejemplo Yves Tanguy, en 1929. Este cuadro tiene la característica de haber sido inspirado, presuntamente, en la relación del artista con el escritor Federico García Lorca, y actualmente su versión original se encuentra en paradero desconocido, después de haber sido sorprendentemente robado, en el denominado “Robo del Mago” en año 2000, en una breve exposición de la obra en el Museo del Prado. Las autoridades siguen buscando a los autores del robo, con escaso resultado”.
Sin poder salir de mi asombro, volvía a releer el texto. Un minuto y medio más tarde, varias interrogantes planearon raso sobre mi sustancia gris. ¿Una posible relación amor-odio entre Lorca y Buñuel que Dalí quiso plasmar en este lienzo?, y… sin duda la más sorprendente, el lienzo se hallaba en paradero desconocido desde el denominado “Robo del mago” hacia diez años, y que actualmente seguía desparecida.
Sin saber a que carta quedarme, volví a coger la nota manuscrita, donde mañana a las dos de la tarde, tenía que encontrarme con alguien que supuestamente conocía…¿Pero quién?, y…¿Qué querría de mí?, ¿En qué podría ser yo útil en relación con un cuadro desaparecido?. Me notaba excitada, las pulsaciones y mi corazón parecían querer huir primero, sin esperar a ancianos, mujeres y niños. No acudiría a esa cita, ni loca.
Seguía en la redacción, intentando olvidar aquella nota, centrándome en las noticias que tenía que seleccionar para la sección social del lunes. No podía permitirme abandonar mi trabajo, y muchos menos a los lectores del “Madrid no duerme”, por un cuadro desaparecido. Pero en un instante, algo pasó por mi cabeza…
Salí corriendo por el pasillo de la redacción en dirección al despacho de mi jefe, necesitaba hablar con el sobre la nota misteriosa, y de la posibilidad de cubrir esta información para el periódico. Las miradas incrédulas de mis compañeros me señalaron el camino. Enseguida los tranquilicé, estaba bien, no me ocurría nada, o eso de momento, quería pensar.
Golpee por dos veces la puerta del despacho, y sin esperar a que me dijera nada, pasé. Estaba sentado, escribiendo, levantó la vista asombrado de mi irrupción tan repentina y maleducada, y sin dejarle articular palabra, le entregué la nota del personaje misterioso. Sin entender que sucedía, insistí en que la leyera detenidamente. Un minuto después pensó que era una broma, pero mi cara le desvaneció su inicial pensamiento.
Estuvimos conversando por espacio de media hora sobre la nota, el lienzo desparecido en año 2000 en el robo del mago, y sobre la posibilidad de cubrir la misteriosa información. Acudir a la cita era una locura, pero me iban los retos y los riesgos. Solicité a mi jefe que iría con alguien de mi confianza a cubrir la noticia, y si había problemas, le mantendría informado. El elegido, no era otro que mi amigo Javier, de la sección de sucesos, me estaba imaginando su cara perpleja pero a la vez impaciente queriendo ir esa misma noche, si fuese preciso.
El tiempo apremiaba, eran cerca de la media noche, y con más pasión que nunca tenía que dedicar el resto de la noche a mis lectores del “Madrid no duerme” y terminar mis artículos. Entre tanto, mis pensamientos no dejaban de cavilar ni un instante, quien se escondía detrás de aquellas líneas que me resultaban tan familiares. Mi miedo había dejado paso a una imperiosa curiosidad, donde esperaba no encontrar peligros que quisieran matar al gato y, hacerle perder algunas de sus siete vidas, y mucho menos que jugaran con la mía.
0 Comentarios