
Los susurros de los sauces rojos. Capítulo 4
- Escrito por JT Espínola
- On 21 diciembre, 2016
Desde mi primer intercambio por correo electrónico con Ángela, los mensajes eran cada vez más continuos. Parecía asustada y reacia a quedar con un desconocido. Necesitaba que pudiera confiar en mí, saber que le estaba sucediendo a su amiga Asunción, y si realmente estaba en peligro. Lo primordial era contrastar la noticia, antes de acudir a la policía, no quería matar moscas disparando a cañonazos. Sin hablar con Ángela mis manos estaban atadas, no me atrevía a comentarlo en la redacción, incluida Fátima, no quería que la posibles imaginaciones de una joven de doce años me mostraran la puerta de salida, nada mas llegar.
Cuanto mas releía los mails enviados, más necesitaba poder hablar con su remitente. Decidí tomar la iniciativa e ir a visitarla a su domicilio, o visitar su colegio. Tenía su nombre y apellidos completos, por lo que no sería difícil localizarla el instituto en el que impartía sus clases.
Mis plegarias no cayeron en saco roto, y revisando uno de los correos, creía saber donde encontrarla.
Blog el Susurro de los Sauces Rojos, por Asunción Salvatierra. Reenviando Por Ángela Dávila a la Voz de Galicia. 8 de Julio 2013 9:23h
Hoy, por fin he quedado con Ángela en la hamburguesería Maxi´s de la segunda planta del centro comercial que esta muy cerca de casa. Tenía muchas ganas de verla y enseñarla mis nuevas poesías, una muy especial dedicada a mis abuelos titulada “Los Ángeles y sus sueños”, que con tanta pasión he escrito en memoria de mis abuelos. Todos los días me acuerdo de ellos, ahora mas que nunca, que tengo tantas preguntas y miedos.
Tuve que inventarme que iba de a Casa de Ángela a estudiar. A mi madre no le gusta que vaya al centro comercial, dice que es peligroso, y que cualquier día puede pasarme algo. Yo siempre intento obedecerla, pero no lo hice, a Ángela le apetecía salir a comprar ropa, y no tuve más remedio que acompañarla. Espero que no se entere mi madre, no quiero disgustarla estos días que esta tan enfadada, no para de regañarme y tratarme de malos modos. Esta muy rara.
Ángela es mi mejor amiga del colegio. Fue mi compañera de pupitre nada mas llegar al colegio Sagrado Corazón de Jesús. El primer día estaba muy asustada, no sabía casi una palabra de castellano, y muchos menos hablar “Galego“. Ahora me siento integrada y me gusta estudiar, me resulta fácil y gratificante, aunque al principio no entendiera nada. Menos mal que mi amiga Ángela estaba a mi lado para resolverme todas las dudas que tenía. Desde entonces somos inseparables, incluso pasamos juntas algunas tardes de verano cuando han finalizado las clases, en la piscina de su casa su madre nos prepara unos zumos de frutas riquísimos, y algunas tardes también nos deja tomar helados de dos sabores. Mi preferido es el de limón y chocolate.
Mi primer año fue el mas difícil, ella estuvo a mi lado en todo momento, nunca se lo podré agradecer lo suficiente, aunque siempre me dice que cuando sea una gran pianista, podré invitarla a verme en todos los lugares del mundo donde me contraten para tocar. Es muy graciosa. Eso nunca sucederá, es una ilusión. Hay miles y miles de virtuosos pianistas. Vive a dos manzanas del piso céntrico que tienen mis padres en el Paseo de la Avenida, que da al parque. Algunas tardes voy a su casa a repasar las tareas, sobre todo las semanas previas a los exámenes, nos encanta prepararlos juntas. Las dos somos muy buenas estudiantes, y cuando alguna saca menos nota que la otra nos animamos a estudiar con mas ahínco. A mi me cuesta menos que a ella, pero disimulo que también me cuesta, y así estamos mas tiempo juntas.
Estaba distraída en mis pensamientos cuando Ángela llegó caminando despacio, con su larga melena rubia repartida en dos coletas, camiseta blanca con su inseparable Justin Bieber lo mas cerca de su corazón, y unos pantalones vaqueros rotos. Nos abrazamos y nos fuimos de la mano a la hamburguesería. Esta vez me tocaba invitarla.
Ángela no daba crédito al contarle lo ocurrido hacía dos días en mi casa de madrugada, cuando ese hombre malvado y misterioso intento matarme en mi habitación. Menos mal que mi madre pudo ahuyentarle, pero la verdad no se como. Mi madre es bajita, menos de 1’60 cm y de complexión delgada. Algo le ahuyentaría.
La resultó muy extraño que el ladrón fuera directo a mi cuarto, sin registrar ninguna otra dependencia de la casa. Es curioso, no lo había reflexionado antes, ¿Conocería mi casa?, ¿Habría estado allí antes de ese día?
Ángela metida en su papel de pequeña investigadora privada amateur, me soltó a bocajarro.
– Entonces, ¿Cómo entro sin forzar la cerradura de la puerta,? ¿Por la ventana, si vives en un sexto piso? – Pregunto Ángela, si vacilar, y… ¿Cómo entró en el portal? No creo que le abriera ningún vecino a esas horas, – soltó extrañada. Es como si conociera la casa, no se Asunción, ¿Que os dijo la policía?, – terminó Ángela su exposición al mas puro estilo Ágata Christie.
– No lo sé Ángela, no tengo ni idea como pudo entrar – resolví con ingenuidad. Mi madre no quiso poner ninguna denuncia, dice que todo fue un susto de un carterista, y que lo mejor para mi era no tener que ir a la comisaría a tener que declarar, que es algo muy desagradable, que seguro que al ladrón lo cogerían pronto en su siguiente fechoría,- eso dice mi madre,´- solté aliviada y confiada.
– ¿Qué no denunciasteis a la policía? Todas estas cosas es mejor hacerlas, para que no vuelvan a ocurrir, y la justicia pueda encontrar al culpable y hacer su trabajo. ¿Esta segura tu madre de no denunciar lo que pasó? Me parece que debes hablar con ella, es muy importante que la policía sepa lo que pasó esa noche,- espetó Ángela con seguridad-
– Intentaré hablar con mi madre a ver que le parece, pero ahora esta muy mal, últimamente esta muy deprimida, no parece la misma, – comenté en tono de confidencia- Esta noche durante la cena, se lo diré… si esta de buen humor.
Las preguntas de Ángela vertían en mí como un jarro de agua helada. No podía imaginarme quien podía matarme, y menos que fuera alguien conocido. Era algo que me atenazaba, y me hacía temblar. Todo lo estaría sacando de contexto, seguro que el ladrón se equivocaría de casa, y al haberse confundido, saldría huyendo a toda prisa por donde entró. Pero… ¿Por dónde lo hizo? Todos mis pensamientos daban vueltas y vueltas en laberinto sin lograr encontrar la salida.
Debía dejar de pensar en ello, y seguir con mi vida, como si hubiera sido una terrible pesadilla, o producto de mi imaginación. Era estúpido pensar que alguien quisiera matarme sin razón alguna, pensé para tranquilizarme.
Después de la hamburguesería, decidimos pasear por las tiendas de ropa del centro comercial, a Ángela le encanta vestir de manera casual y siempre a la última como dice ella, creo que le gusta un chico de clase, el que se sienta tres pupitres delante nuestro, Jaime Ros. La verdad es que es guapo aunque muy tonto, solo hace mas que presumir de las colecciones de coches eléctricos nuevos que tiene en su casa. Es demasiado superficial para mí, pero a Ángela le gusta, y por eso le hago caso cuando nos para en el recreo. El tema de los chicos esta prohibido para mí. Mis padres dicen que lo único en lo que debo de preocuparme es en estudiar con todas mis fuerzas, que para los chicos y novios ya habrá tiempo, que si perdía el tiempo en esos menesteres (otra expresión que me encantaba cuando se la escuchaba decir a mi abuela Rosario) perdería concentración en los estudios, y no lo lograría ser una reconocida pianista. Si mis padres lo decían, debería ser así. Yo tenía que obedecer, y estudiar sin desfallecimiento, aunque desde el incidente de la persona que intentó entrar en mi habitación, me costaba mas concentrarme en mis clases de piano. No quería quedarme sola. Tenía miedo a que alguien intentará volver hacerme daño otra vez.
El Móvil de Ángela sonó con insistencia, era su madre. Mi coartada de estar en su casa estudiando se había derrumbado como un castillo de arena. Mi madre había llamado a su casa para que regresa pronto, solo eran las siete de la tarde y llevaba con mi amiga solo dos horas desde que había salido de casa. Mi móvil, se quedó sin batería de manera inoportuna, y mi madre estaría preocupada al no poder localizarme. Estos días parecía mas preocupada que nunca, algo le sucedía pero no me atrevía a preguntarle. Desde que papá se fue de casa, ya no era la misma. Me daba miedo preguntarla que la ocurría, ya casi ni hablábamos. Estaba encerrada y condenada en si misma, y lo mejor era no intentar romper sus cadenas.
Salí de la redacción a toda prisa sin decir a nadie a dónde iba. Era hora de encontrar a Ángela Dávila, algo me decía que si todo esto era verdad, también ella podría estar en peligro. Tenía un mal presentimiento.
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